Siempre que alguien tiene prisa le recuerdo aquella cita célebre de Julio Camba (magnífico escritor gallego): “No tengo tiempo de hacerlo más corto“. Aquí podría acabar el artículo porque se resume brillantemente. Hacerlo simple es más difícil que hacerlo rebuscado. Esto casi siempre es así por más que el envoltorio, la verborrea o, en nuestro caso, la sobreactuación de gestos técnicos o de tiros arriesgados, nos engañe.
Restar abajo, salir con globo después de pared, no disparar todo a mil por hora, bloquear poniendo simplemente la muñeca cual muro de cemento o lanzar la bandeja a doble pared es parte del pádel. De lo obvio, de lo simple. Pero… ¿cuántas veces han visto a Fernando Belasteguín, número uno del mundo durante 16 años tirar una dejada por la puerta o un remate por tres saltando para atrás? Pocas. ¿Por qué nos empeñamos en jugar situaciones imposibles cuando lo fácil es lo que da continuidad al juego? ¿Acaso hay algo mejor para nuestro cerebro (¡nuestra confianza!) que poner la bola dentro?
La teoría funciona sola, pero la práctica pone constantemente en tela de juicio lo que la teoría nos dice. Desde la experiencia como jugador amateur y entrenador, a diario repito mil y una vez: “Vamos a hacerlo más fácil“. Esto es lo difícil. Inventar, imitar el último tiro imposible de Sanyo o el último remate de Tapia está en la cabeza de todos, pero por delante han de estar nuestras limitaciones, nuestra realidad. Ni usted ni yo, por divertido que sea improvisar una jugada profesional, somos Sanyo o Tapia. Pero iría más allá. En el próximo punto maravilloso que vean, dediquen un espacio de tiempo de entre dos puntos antes y dos puntos después para ver qué tipo de jugada ha ido en torno a la última genialidad y quédense con el resto de situaciones arriesgadas o imposibles: seguramente ninguna.
Un buen ejemplo ya citado es Fernando Belasteguín, pero hay muchos otros. Javi Ruiz, Maxi Sánchez, Fede Chingotto, Martín Di Nenno, Uri Botello, Matías Díaz. Tienen una cantidad de magia fuera de lo común. Pero la emplean a cuentagotas. No porque no sepan, sino porque no se puede ser “sublime sin interrupción“, aquello que decia Baudelaire. Jugar fácil es uno de los consejos más importantes, obviando el nivel de cada uno, pero indudablemente siendo consciente de la limitación. Para uno será fácil tirar un globo de resto y para otro solamente después de pared con rebote. Pero háganlo fácil. Y para mejorar sus disparos, simplemente entrenen.
Hacerlo cada día más fácil es el camino deportivo que emprendió curiosamente un tipo que era todo magia: Paquito Navarro. Hace pocos días charlaba con alguien que lo lleva viendo desde los 14 años. Y me decía: “Ha perdido disparos, electricidad, riesgo… Es normal que se pase a la derecha“. Yo le respondí: “Perdiendo (siempre entre comillas) todo esto es como se ha convertido en uno de los mejores de manera permanente. Así se ha instalado torneo tras torneo donde está ahora“. Haciéndolo fácil. Yo también recuerdo a Paquito Navarro pegando por tres una tras otra, tirando su contrapared por la espalda y dando un recital de dejadas. Eso se ha reducido a un cuarto desde la primera temporada con Sanyo. Justo el momento en que comenzó de verdad el asalto al número uno. ¿Casualidad? No lo creo.
Tal vez hacerlo fácil no sea más que un síntoma de madurez que explique por qué este deporte se juega mejor a partir de los 30. Recuerdo una entrevista de Salvador Páníker a Josep Pla en que en un momento mágico de conversación, Pla le dice a su interlocutor: “La mejor frase que se ha escrito en castellano es la puerta es verde. Artículo, sustantivo, verbo y predicado“. Más fácil, imposible.
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